En el corazón de la costa Cantábrica, Pechón se presenta como un tesoro histórico esperando ser explorado. Las estrechas calles empedradas y las construcciones centenarias cuentan la historia de este pueblo que alberga a poco más de 200 habitantes, aunque en verano se llena de turistas que vienen dispuestos a disfrutar de esta maravilla de la naturaleza.
Pertenece al municipio de Val de San Vicente y es el pueblo costero más occidental de Cantabria. Si se llega desde Cantabria, la primera parada es el mirador de Tina Menor, asomado a la desembocadura del Nansa y donde se levanta una estatua que rinde homenaje a los pescadores.
Solo unos kilómetros después de pasar el mirador está Pechón, un pueblo muy cuidado, con muchas flores y que ha conservado su encanto a lo largo de los siglos. Pasea por el puerto y maravíllate con las barcas tradicionales que atestiguan la conexión intrínseca del pueblo con el mar. Las historias de las duras jornadas de pesca y la vida costera se entrelazan en cada rincón de este encantador lugar. La mayor parte de su población se dedica a la recogida de algas y su exportación. También esta muy presente por todo el pueblo el ganado vacuno, principalmente para uso domestico.
Pero sin duda alguna si por algo destaca Pechón es por sus playas paradisíacas. Para nosotros la mejor y más accesible es la playa de Amió. La Playa de Amió – nombre que recibe oficialmente la llamada Playa de Pechón -, es la principal de las dos playas que se encuentran a las faldas del pueblo, que se sitúa en un nivel superior del acantilado. Sólo tienes que bajar una cuesta asfaltada con unas vistas increíbles. La playa es una lengua de arena de 600 metros de largo unida con un pequeño islote rocoso durante la bajamar que desaparece casi por completo cuando sube la marea. La vista desde arriba es sencillamente espectacular.
Desde Enbiciacomillas os recomendamos que disfrutéis de esta maravilla de la naturaleza a través de sus múltiples rutas a lo largo de la costa, con vistas impresionantes al mar Cantábrico. Pedalea por senderos que serpentean entre acantilados y playas, combinando la historia del pueblo con la majestuosidad de la naturaleza circundante.